
Rubén Castro Gómez, Nació el 15 de octubre de 1952 en la ciudad de Viña del Mar, hijo de Reinaldo Castro Olivares, cuadragenario dirigente sindical de Ferrocarriles del Estado y Laura Gómez Menares, dueña de casa. Hizo los seis años de humanidades (1964 a 1970) en el emblemático Liceo Nº 1, Eduardo de la Barra. Sus estudios superiores los realizó en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, ingresando el año 1971 a la carrera de Pedagogía en Castellano, formación profesional que quedó trunca el 11 de septiembre de 1973 por “fuerza mayor” y quedando el Instituto cerrado “hasta nueva orden”. No es hasta el año 2010 y desde los Estados Unidos, donde retoma, con la ayuda del internet, su pasión por las letras participando en diferentes talleres literarios en Chile, escribiendo ensayos y cuentos cortos. El taller más influyente fue “Escritureo” donde participó con ex compañeros del Liceo Eduardo de la Barra, participando con varias historias que fueron muy bien elogiadas por los participantes del taller.
A cincuenta años del fatídico 11 de septiembre de 1973, aún persisten demasiadas interrogantes que, cientos de miles de compañeros militantes de la Unidad Popular todavía no han dilucidado. ¿Qué pasó realmente con ese espíritu combativo que mostraban dirigentes políticos en gigantescas concentraciones, con agresivas consignas y cientos de encendidos discursos?
Esa mañana del once yo vi muchas caras de decepción y angustia por no contar con una dirección estratégica militar contundente y armas para enfrentar a los militares sediciosos. Nunca percibí miedo en los camaradas, sino ansiedad, desazón e impotencia de ver como bombardeaban la Moneda con el compañero presidente dentro y ver como valientemente resistía junto a un pequeño grupo de combatientes de su custodia personal. Y a pesar de que cientos de libros han tocado el tema y analizado con diferentes ópticas y perspectivas, lo que queda claro es que el camino que recorrió el pueblo junto a Salvador Allende desde el año 1956, cuando se conformó Frente de Acción Popular hasta llegar a la Moneda el año 1970 con la Unidad Popular, puedo decir que, fue una epopeya de sacrificio y lucha partidaria echada por la borda. Creo que estaba evidentemente claro, que la oligarquía no se iba a dejar arrebatar sus propiedades, sus privilegios, sus granjerías. Era de conocimiento público y los textos de historia enseñaban que la élite cada vez que se veía acorralada por el “roterío”, golpeaba las puertas de los cuarteles y zanjaban las diferencias políticas y económicas con la sangre del pueblo.
¿Por qué esta vez iba a ser distinto?
¿Cómo se pudo pensar que un cambio revolucionario no
sería resistido violentamente?
¿Ingenuidad? ¿Inexperiencia?
Lo que yo sí tengo muy claro, es que los más de tres mil compañeros asesinados por la dictadura, hubiesen preferido morir en combate y no con las manos atadas a la espalda en torturas indescriptibles.
“Tanto nadar para morir en la playa”, hubiese acotado mi abuela.